¿Hay una edad límite para amar?

IMG_9474a

Cuando salgo a pasear, cuando voy al súper, cuando camino en un centro comercial, cuando voy a un restaurante, cuando voy a un parque o espacio de juego…en todos lados llevo mi forma respetuosa de crianza, que de igual manera se vive dentro y fuera de casa.

Y un dato curioso, es que…si lo que llevas cargando o lo que llevas en tus pechos es un bebé pequeño, las miradas juzgonas son un poco menos constantes, sin embargo las hay. Pero…si lo que se te ocurre traer en los pechos, en los brazos o en el rebozo es tu hijo pequeño que ya se ve más «grandecito», las miradas de desaprobación, los comentarios y el impacto negativo de muchas personas no se hacen esperar. ¡Algo está mal contigo y con ese niño, seguro que sí!

¡La situación es impresionante de vivir! Yo sólo me quedo pensando….¿qué tipo de crianza habrán vivido estas personas, que de manera inconsciente sigue ahí, para quererte comer con la mirada por darle a tu pequeño «mayor a 12 meses» de tu leche, de tu cariño, de tu cuerpo, de tu tiempo?

¿Qué tipo de sociedad actual tenemos que si vas al súper y haces compras mientras porteas a tu bebé «grandote» y le cantas, y le sonríes, y le abrazas, todas las personas del súper te ven como alguien que viene de otro planeta? Algunas con miradas de total repulsión, y otras con miradas de admiración, y debo aclarar que, al menos en mi caso, las personas que más se sorprenden son mujeres.

La manera en que fuimos criados no es un obstáculo para ofrecer algo mejor a lo que recibimos. Recuerdo aún mucho de mi crianza. Y cosas que viví en una infancia temprana que ni idea tenía que pude haber vivido,  han surgido en carne viva en cada uno de mis dos puerperios, a través de emociones, sensaciones y hasta recuerdos, que me he brindado el tiempo de sanar, en la medida en que me permito vivir este periodo de transición y crecimiento. No sé hasta qué punto fui respetada y hasta qué punto fui agredida. Lo que sí sé es que no soy ni seré una víctima de las circunstancias. Lo que sí sé, es que puedo decidir en mi función de adulta lo que no necesito para vivir y lo que sí, lo que me nutre, lo que me hace mejor persona y lo que puedo perdonar, soltar y dejar atrás.

Lo que sí sé es que no quiero transmitir esa violencia a mis hijos.

Cuando me llegan mis momentos de desesperación que como humana los tengo, siento ganas de gritar, de empujar, de agredir, de lastimar. Son sentimientos viejos que surgen y se vuelven frescos, como si estuvieran ahí dormidos, listos para despertar rapidísimo y buscar hacer camino en la vida de mis hijos, a través del miedo y de la imposición.

Pero, gracias a que sé que es lo que no quiero en la vida de mis hijos, es que puedo lograr lo que sí quiero, incluso a costa de mi propia crianza.

Algunas de las acciones que me ayudan a lograrlo son:

-Maternar mis propias necesidades que no están satisfechas. Me dedico minutos de tiempo donde me siento especial, donde a través de una acción que me haga feliz, nutro a mi pequeña, haciéndole saber que es importante para mí, que la amo.

-Reconocer mis límites y respetarlos, saber que como humana me alimento, duermo, voy al baño y necesito tiempo para mí. Sabiendo lo que yo necesito, es como le hago saber a mis hijos y a mi esposo que también existo como persona y que necesito nutrirme para nutrir. Esto es difícil de lograr con un bebé pequeño, pero esta es una de las razones principales por las que promuevo el porteo, pues estas cubriendo las necesidades de tu bebé, brindándote algo de espacio emocional y mental para ti misma.

-Nombrar mis emociones y fluir con ellas, sabiendo que dentro de mi existe el sol y la luna, lo bueno y lo malo, lo alegre y lo triste, lo que podemos comprender y reconocer, y lo que no. Esto me permite conocerme y reconocerme sin miedo, pues sólo aceptando lo que siento es que puedo superarlo. Cada nuevo día comienzo de cero, sin juzgarme, sin criticarme, tratándome con la empatía y comprensión con que trato a mis hijos, perdonándome y pidiendo perdón por los errores que cometo, y también, sintiendo alegría y satisfacción por mis logros y avances.

-Y por último, una acción que me ha ayudado de gran manera a ser una influencia positiva en la vida de mis hijos es, sentir y vivir el agradecimiento. Sentirme agradecida por lo que soy, por lo que tengo y por lo que puedo aportar en la vida de mis hijos, de mi familia y de mi comunidad.

Todos tenemos patrones de crianza positivos y negativos arraigados en nuestro ser, que nos han venido definiendo. Sin embargo, esto no es impedimento para ser mejores y superarnos a nosotros mismos. Todos podemos tomar mejores decisiones en la forma de criar a nuestros hijos, desde nuestra capacidad de dar amor, desde nuestra capacidad de nutrir y de crear, desde nuestra capacidad de perdonar. Escuchemos lo que nuestros hijos piden y necesitan, sin juzgarles por ello. Pongamos atención plena a lo que nuestros hijos tienen para enseñarnos.

Finalmente, no creo que exista una edad específica para necesitar o no, sentirnos amados, respetados y aceptados. Yo tengo 36 años y me hace inmensamente feliz que me amen y que me lo demuestren cada día con cariño, tiempo, respeto y atenciones.

Abrazos Grandes,

Brenda.